sábado, 2 de abril de 2016

Estoy contigo pero hagamos magia.

Quiero que sepas que no tengo nada contra ti.



En ti veo un ser extraordinario, sensible inteligente y lleno de posibilidades. En realidad te admiro. Probablemente me gustaría ser como tu en muchos aspectos.

Vienes y empiezas a decir cosas que has aprendido sin darte cuenta, cosas que vienen de lejos y tu crees propias. Me dices, por ejemplo, "a partir de los 45 años no quieren contratar a nadie" o "yo no valgo para estudiar". Me dices por ejemplo "el que no trabaja es porque no quiere" o "el que te critica es un idiota".

Te miro y no me gusta nada algo de lo que me dices aunque tu me gustes. La mayoría de las cosas que dices son estupendas y me gustan mucho pero esa frase ha hecho que mis alarmas se disparen. Sé que esto puede parecerte paradójico. Resulta que eso que tu piensas y dices creo que no nos ayuda a crecer y nos hace daño a todos.

Ese resorte llamado sentimiento me avisa que hay algo que falla en el discurso, algo que no nos sirve y nos puede dificultar el camino. Después de décadas dándole vueltas a la existencia he llegado a la conclusión de que no existen las verdades absolutas sino nuestras verdades. Mi verdad dice que no quiero que nadie le haga daño a nadie, ni a mi, ni a mis hermanos, ni al mundo, estableciendo formas de pensar que en mi opinión nos perjudican. Claro que. ¿Quien soy yo para establecer que nos perjudican?. Yo me baso en lo que me hacen sentir y en los actos o consecuencias finales hacia los que me conducen esas formas de ver.

Pero claro, nadie dice que sea sencillo. Todos somos parte de un todo. Tu crees que tus pensamientos y creencias  sólo afectan a tu vida pero nos afectan a todos. Cuando tu te rindes o peleas contra otros pierde el mundo entero porque abandonas miles de posibilidades de hacer cosas hermosas, bellas, importantes. Cuando tu te rindes dejas de ser un ejemplo, la excepción que rompió la regla asfixiante. Sé que lo entiendes.

Tenemos tanto miedo, estamos tan inseguros. Queremos que nos abracen y nos besen pero nos ponemos a gritar, a llorar o peor a atacar. Pensamos que el otro cuando dice "esto no me gusta de ti" o "no me gusta como piensas" nos quiere destruir o quiere sacar tajada o cualquier otra cosa porque "como fastidia que los demás se quiten la careta y sean ellos mismos y nos digan que no les gustamos". Pero no eres tu. No tenemos nada contra ti. Son las conductas, los actos, las palabras hirientes y ofensivas, las creencias limitantes las que no gustan y puede pasar que nos guste una parte y otra no.

Es mejor saberlo. Es mejor que te lo digan. Es mejor que lo escuches. Puede que estén equivocados. Sin lugar a dudas (¿o si?) no alcanzan a comprender el por qué de tu conducta que va mucho más allá del simple hecho y se arraiga en tus experiencias, frustraciones, desengaños, o más lejos aún en los que tus propios padres, tutores, mentores te transmitieron de manera inconsciente. Nadie llega tan lejos. Solo el amor llega.

Por eso las maneras son tan importantes. Porque resulta duro admitir que uno lleva una carga tan pesada, que igual ni le pertenece, y es importante que venga esa persona que es capaz de ver más allá y te lo haga ver. Porque hay que darse cuenta que hay cosas increíbles en nosotros que podemos hacer pero hay otras cosas que nos están frenando o limitando o paralizando y hay que verlas para poderlas cambiar.

Quiero que sepas que no tengo nada contra ti cuando te digo "Pero". Es mi mundo que se acerca al tuyo para tocarlo y saltan chispas. Cuando estás conmigo crecemos, avanzamos y aunque sigo sin estar totalmente tranquila, ni segura, ni feliz sé que has entendido que prefiero mirarte a los ojos con amor y decirte cómo lo veo, y que no depende de ti, sino de mi, que yo pueda estar bien y al revés.

Esta es mi alternativa al odio. Aceptemos, comprendamos, acompañemos, hablemos de todo. De lo que nos gusta  y de lo que no también. De lo que nos hace crecer y de lo que nos mantiene estancados, sin perder de vista ese horizonte azul al que nos gustaría llegar y sin dejar de admirar nuestra valentía.

 ¿Nos tocamos sin hundirnos?. 
         Hagamos magia.

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